La educación es considerada como un fenómeno social condicionado en su naturaleza por los fundamentos culturales, corrientes filosóficas, concepciones del mundo, el progreso científico y tecnológico que determina la postura y significaciones del quehacer docente. Con el transcurso del tiempo, sus concepciones, principios y teorías fundamentales cambian o evolucionan de acuerdo a las tendencias del entorno.
Esta perspectiva conllevó a la generación de una concepción teórico-práxica que conecta la práctica docente con la epistemología y aún más, a la ontología que supone la mundialización de casi todas las actividades de la sociedad humana, poniendo énfasis en la red de relaciones y realidades que conforman el conjunto constructor del paradigma planetario, en el intento de darle coherencia e integrar las realidades de la praxis docente al paradigma educativo que exige el siglo XXI y de sopesar la incertidumbre típica de la actual sociedad desterritorializada. Hargreaves citado en Fullan (1999) advierte que “las reglas de este mundo están cambiando. Es hora de que las reglas de la enseñanza y el trabajo de los docentes varíen con ellas”. (p. 23).
El fenómeno de la desterritorialización de la sociedad se muestra como una expresión dinámica que envuelve al docente y lo sumerge en un escenario donde los limites de la innovación para la construcción del conocimiento se desconfiguran. Las consecuencias de este fenómeno, donde las fronteras, los individuos y los pensamientos se diluyen y se distancian para formar lenguajes globales, modifican fundamentalmente las condiciones de coexistir y trabajar, las formas de ser, concebir, pensar y comprender de las personas y las comunidades, además de alterar los escenarios académicos. Estos enfoques imponen la apertura a la creatividad, a la actualización tecnológica y a la trascendencia de los saberes, sobre todo a nivel de aula.
Este escenario invita al docente a sintonizarse con esa realidad compleja, a reflexionar para comprenderla con sus propios recursos y su propia capacidad de acción contextualizada. Según Leal (2002), “los seres humanos son el resultado de la reflexión interpretativa personal de los significados derivados socialmente, están en un proceso constante de interpretación y definición de situaciones y por tanto su percepción va cambiando” (s/p). En este recorrido, es preciso hacerse copartícipe de otros pensamientos, culturas y creencias de individuos, grupos e instituciones del entorno que resultan ser como un espejo que reproduce nuestro comportamiento y reacciones, nos hace tomar conciencia de las percepciones sobre lo que nos es divergente y nos ayuda a estar más conscientes.
Esta perspectiva conllevó a la generación de una concepción teórico-práxica que conecta la práctica docente con la epistemología y aún más, a la ontología que supone la mundialización de casi todas las actividades de la sociedad humana, poniendo énfasis en la red de relaciones y realidades que conforman el conjunto constructor del paradigma planetario, en el intento de darle coherencia e integrar las realidades de la praxis docente al paradigma educativo que exige el siglo XXI y de sopesar la incertidumbre típica de la actual sociedad desterritorializada. Hargreaves citado en Fullan (1999) advierte que “las reglas de este mundo están cambiando. Es hora de que las reglas de la enseñanza y el trabajo de los docentes varíen con ellas”. (p. 23).
El fenómeno de la desterritorialización de la sociedad se muestra como una expresión dinámica que envuelve al docente y lo sumerge en un escenario donde los limites de la innovación para la construcción del conocimiento se desconfiguran. Las consecuencias de este fenómeno, donde las fronteras, los individuos y los pensamientos se diluyen y se distancian para formar lenguajes globales, modifican fundamentalmente las condiciones de coexistir y trabajar, las formas de ser, concebir, pensar y comprender de las personas y las comunidades, además de alterar los escenarios académicos. Estos enfoques imponen la apertura a la creatividad, a la actualización tecnológica y a la trascendencia de los saberes, sobre todo a nivel de aula.
Este escenario invita al docente a sintonizarse con esa realidad compleja, a reflexionar para comprenderla con sus propios recursos y su propia capacidad de acción contextualizada. Según Leal (2002), “los seres humanos son el resultado de la reflexión interpretativa personal de los significados derivados socialmente, están en un proceso constante de interpretación y definición de situaciones y por tanto su percepción va cambiando” (s/p). En este recorrido, es preciso hacerse copartícipe de otros pensamientos, culturas y creencias de individuos, grupos e instituciones del entorno que resultan ser como un espejo que reproduce nuestro comportamiento y reacciones, nos hace tomar conciencia de las percepciones sobre lo que nos es divergente y nos ayuda a estar más conscientes.
A partir de un trasfondo multidimensional que conduce a la aparición de una nueva interpretación que ha sido denominada la Praxis Docente Recombinante (PRADOR).
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